
Parroquia Ntra. Sra. del Carmen

Domingo 29 de enero de 2017
Lectura del santo Evangelio según san Mateo (4,25 -- 5,12):
Seguían a Jesús grandes multitudes que llegaban de Galilea, de la Decápolis, de Jerusalén, de Judea y de la Transjordania.
Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a Él. Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo:
«Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices los afligidos, porque serán consolados.
Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia.
Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.
Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.
Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios.
Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.
Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí.
Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron».
Es tiempo - somos el tiempo.
Texto central para la predicación del Evangelio: las bienaventuranzas. Uno de los más famosos discursos de Cristo: el sermón de la montaña que comienza con las bienaventuranzas (Mt 5 a 7).
El Sermón de la Montaña está dirigido a todo el mundo, en el presente y en el futuro, pero exige ser discípulo y sólo se puede entender y vivir siguiendo a Jesús, caminando con Él.
Cada una de las afirmaciones de las Bienaventuranzas nacen de la mirada dirigida a los discípulos; describen, por así decirlo, su situación fáctica: son pobres, están hambrientos, lloran, son odiados y perseguidos. Pero las bienaventuranzas son válidas para los discípulos porque primero se han hecho realidad en Cristo.
Las Bienaventuranzas son como una velada biografía interior de Jesús, como un retrato de su figura. Él, que no tiene donde reclinar la cabeza, es el auténtico pobre; Él, que puede decir de sí mismo: Vengan a mí, porque soy sencillo y humilde de corazón, es el realmente humilde; Él es verdaderamente puro de corazón y por eso contempla a Dios sin cesar. Es constructor de paz, es aquel que sufre por amor de Dios.
1.- El anuncio del evangelio es un anuncio de felicidad.
Cristo viene a traer una buena noticia. Y esta perspectiva no debemos perderla. No se trata simplemente de portarnos bien, ni de ser funcionales en una sociedad, ni de ser productivos.
“No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva.”
Lo que propone Cristo es una verdadera oferta de Felicidad. Felicidad que significa: encuentro con el verdadero bien. Santo Tomás dice que la felicidad es la reacción que uno tiene cuando se encuentra con un verdadero bien. Así el hambriento cuando se encuentra con un plato delicioso, o el cansado cuando llega a su cama o a su casa, se siente feliz porque ha encontrado un bien. El evangelio es una propuesta de verdadera bondad que trae gozo al corazón.
2.- Dice Cristo: “Bienaventurados los pobres”.
Si miramos a las personas que lo rodean, encontramos precisamente eso: los pobres, aquellos que el mundo rechaza, los que no son tenidos en cuenta, los que parece que no ofrecen nada, los que tienen poco para aportar. Esos parece que son los primeros destinatarios de la buena noticia del Evangelio.
Pero ¿quiénes son estos pobres?: en el siglo VI a. C.: el pueblo de Dios sufrió el destierro. Es decir: Perdieron todo. Conservaron la vida y la fe, pero perdieron todo lo demás. El destierro fue el tiempo en el que el pueblo judío aprendió a desconfiar de los ídolos de este mundo, a decepcionarse de los poderes de esta tierra y también, que es más importante, a decepcionarse de ellos mismos. Ellos mismos habían pecado. Habían fallado ante el señor. Ese descubrimiento es el que hace que el pueblo humilde, este pequeño resto del que nos habla el AT, se vuela hacia Dios. No en el sentido de buscar simplemente un beneficio, sino en el sentido de comprender que esa es la única posibilidad que tenemos. Es la manera de acercarse a Dios para decirle: Tú eres lo único que yo tengo, tú eres mi única esperanza, mi única fuerza.
Eso es lo que pone en la ruta de las bienaventuranzas. Los pobres son bienaventurados porque aprenden a poner toda su confianza, su esperanza en el Señor, y ese es el que descubre a Dios reinando en su vida, ese es el que le abre la puerta a Dios para que reine en su vida y por eso bienaventurados son los pobres porque de ellos es el Reino de los cielos.
Decía san Agustín: “La presunción del espíritu representa el orgullo y la soberbia. Se dice vulgarmente que los soberbios tienen un espíritu grande y con toda propiedad, porque el espíritu se llama viento. ¿Quién ignora que a los soberbios se les llama inflados como si estuvieran llenos de viento? Por lo cual, aquí se entienden por pobres de espíritu los humildes que temen a Dios, esto es, los que no tienen espíritu que hincha.”
La pobreza de que se habla nunca es un simple fenómeno material. La pobreza puramente material no salva. Esos pobres son los que han hecho el itinerario de Israel, son los que han pasado por la radical decepción, son lo que han aprendido a confiar totalmente en el Señor.
3.- persecución, rechazo, cruz.
Si miramos cómo termina este texto, nos encontramos con que la oferta de Cristo no es simplemente una oferta de bienestar y prosperidad. Lo que él anuncia es persecución, rechazo, cruz. Esto es importante, porque hay una versión del cristianismo que se va metiendo en los corazones, una versión que se llama “Evangelio de la prosperidad”: creer que si yo acepto a Cristo todo me tiene que salir bien, entonces no voy a tener problemas, ni enfermedades, ni dificultades en mi negocio, nadie me va a engañar, etc. Eso es mentira. Eso no es lo que dice el Evangelio de Jesús.
Pasando en limpio, entonces:
1.- El Evangelio es buena noticia.
2.- El Evangelio es primero comprendido por aquellos que se han decepcionado de sí mismos y de los poderes de esta tierra y aprenden a confiar radicalmente en el Señor.
3.- Lo que anuncia Jesucristo en las bienaventuranzas no es un evangelio de prosperidad, sino con mucho realismo un evangelio que muestra el lugar de la persecución, pero únicamente como puerta hacia la verdadera y eterna felicidad, la que nadie nos podrá arrebatar.