#Homilia - Domingo de Pentecostés
- Admin
- 5 jun 2017
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Evangelio:
Lectura del santo evangelio según san Juan (20,19-23): Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los

discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos». Palabra del Señor
Homilia:
Juan 20, 19-23. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo. Reciban el Espíritu Santo.
El evangelio más adecuado para hoy es ciertamente el de la aparición de Jesús a sus discípulos la tarde del primer "domingo" cristiano, el mismo día de la resurrección del Señor. Para Juan, la donación del Espíritu no parece haber tenido lugar a los cincuenta días de la resurrección del Señor, sino el mismo día de la Pascua, poniendo de relieve, por tanto, la unidad de todo el misterio: la glorificación del Señor y el envío de su Espíritu.
Después del saludo, "paz sea con ustedes", que llena de alegría al grupo de discípulos, Jesús les envía como él había sido enviado por el Padre y, para que puedan cumplir esta misión, les da su mejor ayuda, exhalando sobre ellos su Espíritu, como hizo Dios al crear al primer hombre en el Génesis, diciendo: "reciban el Espíritu Santo". En concreto, esta misión va a ser ante todo la reconciliación: "a quienes les perdonen los pecados, les quedan perdonados".
E1 don pascual del Resucitado: su Espíritu
El centro de nuestra celebración es, naturalmente, el acontecimiento de Pentecostés. La primera comunidad recibe de su Señor, como se lo había prometido, el mejor Don, su Espíritu Santo, plenitud y complemento de la Pascua. Jesús sopló sobre sus discípulos, diciendo: "reciban el Espíritu Santo".
El mismo que resucitó a Jesús es el que ahora despierta y llena de vida a la" comunidad y la hace capaz de una insospechada valentía para la misión que tiene encomendada.
E1 Espíritu sigue actuando hoy
En la oración colecta le pedimos a Dios: "no dejes de realizar hoy, en el corazón de tus fieles, aquellas mismas maravillas que obraste en los comienzos de la predicación evangélica".
En efecto, lo que ha hecho el Espíritu en la historia lo sigue haciendo hoy en el mundo, en la Iglesia y en cada uno de
nosotros:
* él sigue siendo el alma de la Iglesia, llenándola de sus dones y carismas.
* es él quien suscita y hace florecer tantas comunidades cristianas llenas de fuerza, y anima tantos movimientos, grupos y renueva a su Iglesia en tantos aspectos;
* él sigue inspirando nuestra oración y guiando a la Iglesia a renovar la celebración litúrgica, la oración personal y un conocimiento más espiritual y profundo de la Palabra de Dios;
* él, el Espíritu del amor, suscita y sostiene tantos ejemplos de amor, entrega y compromiso de los cristianos en el mundo, a veces hasta el martirio, en defensa de la justicia o de la vida o de la verdad;
* él, que en Pentecostés unió a los que "hablaban en lenguas diferentes", es el que promueve también hoy iniciativas de unidad interna y ecuménica.
También hoy tenemos motivos claros para renovar nuestra profesión de fe: "Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida". Lo seguimos necesitando.
Dejarnos transformar por el Espíritu del Resucitado
Debemos alegrarnos de este Don de Dios, plenitud de la Pascua. En nuestra oración, solemos pedir a Dios paz, justicia, salud, libertad, perdón de nuestras faltas, buenas cosechas del campo, éxito en nuestras empresas. Y Dios nos da... su Espíritu, que es lo mejor, el que nos regala la verdadera paz y libertad y éxito.
Pero, a la vez, nos tenemos que dejar transformar por él y vivir según él. Espíritu es viento y aire, a veces suave como una brisa, y otras, impetuoso y purificador. El Espíritu es fuego, y el fuego calienta, ilumina, purifica y transforma en fuego todo lo que toca.
La comunidad es enviada por el Resucitado a una misión: para que sea luz y levadura, y anuncie la Buena Noticia. Y a la vez le da la fuerza del Espíritu para que pueda cumplir esa misión. El mismo Espíritu que actuó en el seno de María de Nazaret y la hizo madre del Hijo de Dios es el que ahora quiere actuar en nosotros y nos quiere transformar.
Una comunidad orgánicamente unida y que habla lenguas
Sobre todo tendríamos que aprender y dejarnos transformar por el Espíritu para llegar a ser una comunidad unida, dentro de la pluralidad de sus ministerios, carismas y movimientos. Todos los dones que puede haber en la Iglesia en general, y en cada comunidad en particular, son dones de Dios, del Espíritu, y son "para el bien común".
En Pentecostés debemos dejarnos llenar del Espíritu, de su novedad, de su creatividad, de su fuego, de su aire renovador, de sus sorpresas, de sus ideas nuevas, de sus ventanas abiertas. Sin quedarnos instalados en costumbres viejas, encerrados en unos esquemas. El Espíritu es siempre sorprendente.
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